Se había subido a la cama conmigo no sé cuándo... lo sentí y al principio me asusté pero después empecé a jugar con él con las manos. Como cuando uno encuentra una hormiga, viste lo que hacés. La hacés pasar de una mano a la otra, se sube por tu brazo y la hacés bajar, baja y la hacés subir, cosas así.
No lo había visto bien ya que estaba oscuro en la habitación, me acostaba con el objeto de despejarme de cuánto lo necesitaba. En esos momentos, lo necesitaba mucho, mucho mucho. Sólo podía mirar la formita, la silueta. Tenía el culo gordo, como una hormiga, pero no era hormiga. Me rendí y dejé de buscarle especie. Era un bicho.
Seguí jugando con él un rato, capaz en busca de un compañero (No sabía su sexo, podría ser compañera.) de juegos un ratito, quizás poderme distraer mirándolo ir de un lado para el otro, o ver cómo me pedía que lo hiciera caminar. Me entretenía boludear al bicho.
No le puse nombre ni nada, no me gusta ponerle nombre a los bichos. Prendí la luz y era gris, era rarísimo y quizás de haberlo visto antes le hubiese gritado, parecía araña el maldito.
Lo vi unos minutos más y me puse a pensar en ese capítulo de los Rugrats, en el que Carlitos encuentra a Nicanor y Nicanor se le muere y Carlitos llora. No sé por qué, lo até a que el bichito tenía que estar en el patio y yadda yadda. Me levanté y lo saqué.
Extraño ahora al bichito... pero más lo extraño a él. Sí, antes le había dicho a Sophie: No te puedo explicar cuánto lo necesito, no te puedo explicar. Y el bicho pudo alejarme de eso doce minutos... necesito otro bicho, o hablar con él.
( No, no es metafórico, DE VERDAD pasó esto con un bicho. )