Cuando llegó a su casa se sentó en su cama, reposando la espalda en la pared y se tapó la boca para no llorar.
Respiró con la garganta cerrada un par de veces y se intentó calmar.
Estaba tan cansada, su cabeza ya no daba más. La noche anterior había tenido un ataque de nervios y su cerebro estaba oficialmente destrozado. Tantas ideas y vueltas, que sí que no que nunca que siempre que te quiero que no te quiero, todo eso la resquebrajó por completo.
Sus manos empezaban a temblar como la noche anterior, su madre le dijo que eso pasaba 'Porque sos una histérica y estás re pirucha.' Podría ser, pero eso no calmaba el temblor en su cuerpo ni el nudo en su garganta.
Se prometió a sí misma no llorar esa tarde e intentó de mil maneras despejarse, pero no podía, los flashes estallaban en su cabeza.
Se tomó la cabeza con las manos, atisbada por todos sus pensamientos y sus ojos se iban ahogando. Pero su mente, ya seca y quebrada, llegó a recubrirse a tiempo con una armazón, fuerte, resistente, un muro enorme que no dejaría que se rompa por completo, una salida de emergencia en esos momentos en los que decidía morir y que su psiquis no existiera, que los recuerdos se volvieran grises y se congelaran para poder irse en algún momento con mayor facilidad. Nadie nunca la había entendido cuando lanzaba la teoría de que cualquiera puede olvidarse de cualquiera con la simple fuerza de voluntad, con el decir 'No es nada para mí.' cuando para ella había funcionado tan bien con otra persona. Ella era capaz de resignarse a la gente si la otra persona así lo quería también, si se olvidaban de ella ella olvidaría también, pero sin vuelta atrás, porque en sus pensamientos esa persona solo representaría un mal trago.
Eso hizo, recubrió con un caparazón su desmenuzada muerte hasta que el nudo se hizo fuerte y ajustado en su garganta, al punto de no dejarle respirar.
Las lágrimas empezaron a salir a borbotones y ella las dejó, porque sabía que era lo último que lloraría y lo quería recordar. Quería recordar el ardor de los ojos después del llanto, el dolor de cabeza y los sollozos bruscos. Todo lo hacía, porque no lo volvería a hacer.
Se levantó de su cama fresca y dolida. Se sentía vacía, insulsa.
Ahora, por fin, sería inmune a las heridas. Ya nadie lastimaría su enferma cabeza, sus ataques de nervios se detendrían y también sus náuseas al despertarse.
CAPAZ TE SORPRENDAS AL LEER QUE NO SOS NADA PARA MÍ.
Esas palabras le retumbaban en la cabeza y recargó energías para seguior eldía, para no morir en el transcurso y prepararse para dormir firmemente hasta que el nuevo día llegue, para convencerse de que otra persona había abandonado su cabeza.
Y atormentada, se dejó caer en el colapso, en la dulce sensación de no existir. COLAPSO. ¿Podría controlarlo?
S o l a N u n c a E s t a r a s
Hace 15 años
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