viernes, 26 de diciembre de 2008

LEARNING TO FLY;

Corría sin destino por la vereda de la ruta. Era de noche y no se veía absolutamente nada, pero podía divisar las luces de sus autos detrás de mí, alcanzándome, y yo corriendo con todas mis energías para alejarme de ellos.

Cada vez podía escuchar la fricción de las ruedas contra el suelo más fuerte, las piedritas que lanzaban para atrás o los gritos que me ordenaban que volviese.

Hubo un momento en el que perdí la conciencia y el cansancio, mis piernas e volvieron de fierro aunque corrían tambaleantes, y comenzaba a dificultarse mi respiración.
Vi delante mío un par de árboles desnudos y algún arbustito y paré. No sé si a esperar que viniesen por mí y me llevaran o para ver si detrás de ellos me podía esconder. Me acurruqué detrás de un árbol y escuchaba a los autos acercarse más y más hasta que escuché un portazo y luego otro. Veía las luces de las linternas vagando hasta que una se posó sobre mi espalda y los escuché reirse un poco. Creo que mi cerebro dejó de funcionar ahí porque no recuerdo que hayamos entrado a un auto, que hayamos hecho algún camino o que me hayan desnudado.
Pero allí me encontraba, frente a ellos cuatro, desnuda, vulnerable y semidormida. Tenía la piel herizada por el frío, y me puse en posición fetal para eludirlo. Atada de pies y manos y con la boca tapada con cinta. Habían cubierto mis manos con cinta también lo cual imposibilitaba cualquier movimiento. Los vi acercarse de a poco, primero al más grande, vestido de gala; bastón y sombrero, corbata de moño, camisa y elegantes zapatos lustrados. Se atrevió a golpearme en el brazo con su bastón ligeramente, para después llamar a sus tres compañeros a que me sacaran de mi posición y me hicieran herguirme. Parada, en frente suyo, denuda y envuelta en el pudor que me trajo su ímpetu y la maldad en los ojos demoníacos de sus compinches, no sabía qué podrían hacer ni por qué estaba yo allí, me habían abducido. Recorrió mi vientre con sus manos y pasó directamente a mi muslo, donde se detuvo y llevó sus manos de vuelta a los bolsillos del saco. Se corrió detrás mío y se encargó de ser el que de un golpe seco en las piernas me devolviera al helado suelo. Logró que el miedo, al infringirme dolor, saliera de a poco en forma de lágrimas. No me había dolido el primer golpe, ni el segundo, ni el tercero que fue en los brazos. El dolor comenzó a efectuarse en el cuarto, que hizo en el estómago y me dejó sin respiración. Allí paró, al verme sufrida y me dejó, aún desnuda pero ahora muy asustada y con el estómago dolido, en frente de sus ojos y entre las manos sucias de sus ovejitas. Sus compañeros eran más bajitos que él, y no estaban vestidos igual sino como meseros. Todos carecían de pelo y asumí que por eso usaban sombreros de hongo. Los ojos enfermos de uno se clavaron sobre los míos, y luego esbozó una risita y se volvió hacia su dueño.


No emitió palabra, acercó su cara hacia donde yo estaba y corrió los cabellos que tenía sobre los ojos detrás de mi oreja. Levantó mi cabea, misericordioso, pero acto seguido, lleno de furia e indignación la estrelló hacia el suelo de una cachetada. Se levantó, glorioso y salió de la helada habitación donde yo estaba y junto con él salieron los compañeros.
Dejé de sentir frío a un calor considerable, dejándome agusta. Pero comenzó a tornarse insoportable, como los días de verano que te mata el calor. Seguía sin entender nada, y así me dormí, con unos cuantos moretones, me dejaron tranquila para dormir.


Despertar se hizo una odisea.

{ La idea es terminarlo, pero bueno. }

2 comentarios:

Marina Belén dijo...

Ah, hermoso Juli.
Cuidate niña ._.

Limón dijo...

jojojo te juro que a Papa Noel le voy a empesar a decir viejo pascuero :) ajjajaja

besito amiga flogger (?)