sábado, 22 de noviembre de 2008

t r u s t

Te encontraste cayendo al vacío con los ojos vendados y la adrenalina haciendo un recorrido completo por tu cuerpo, los nervios en tu garganta y unas tremendas ganas de gritar.
Te hiciste un bollito mientras caías asustada y comenzaste a sollozar, ¿cuánto más va a durar la caída? Ya no quiero esperar más.
Convencida de que estabas por tocar el suelo, te dispusiste a estrellarte contra él y morir, a dejar tu existencia en esa caída. Maldición, ¿por qué me habré tirado?
Intentás sacarte las vendas pero en un momento parás. No, no es adecuado, no querés saber del momento en el que el suelo accione sobre tu cuerpo y lo haga estallar.

Con unas ligeras lágrimas en los ojos por el miedo, te abrís de brazos, juntás las piernas y las estirás. Suelo.
Y cuando creés que el piso era lo que iba a parar tu caída sentís que te equivocabas, tu caída la paró un par de brazos.

¿Por qué me habré tirado?

No, no te saques las vendas, te queda mucho por recorrer a ciegas, allí está la gracia de caer.

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