Después de haber conducido por unos minutos, estacionó el auto en la banquina y se dispuso a esperar un rato para bajar.
Abrió la puerta de piloto y bajó, para sentarse en el pasto duro.
La luz era casi imperceptible. Era una gran masa azul marino que se devanecía para mezclarse con un naranja potente cuando comenzaba la sombra de los edificios a lo lejos, y sobre ella se encontraba el manto de estrellas que se empezaba a dejar ver. Pero frente a ella, lo único que se encontraba, era el asfalto de la autopista, una línea divisoria hacia el otro lado.
Escuchó el estruendo del primer auto que pasó en frente suyo, sentada en el borde de la autopista.
'No estés muy en el borde, quedate en el pasto.' Escuchaba recomendar de la boca de su madre hacía unos años. No, no eran años, había sido la semana pasada, ¿por qué parecía tan lejano?
Se levantó, desganada, para comenzar a cruzar. Pero qué digo cruzar, caminaba tan lentamente que el movimiento era poco perceptible.
Al verse en el segundo carril, se sentó de nuevo allí, de espaldas a los autos que podrían venir. Dispuesta a dejarse llevar.
Escuchaba las ruedas girar a lo lejos y cerró los ojos. La adrenalina comenzó a invadir su sangre y todo dentro suyo comenzó a agitarse.
Abrió la puerta de piloto y bajó, para sentarse en el pasto duro.
La luz era casi imperceptible. Era una gran masa azul marino que se devanecía para mezclarse con un naranja potente cuando comenzaba la sombra de los edificios a lo lejos, y sobre ella se encontraba el manto de estrellas que se empezaba a dejar ver. Pero frente a ella, lo único que se encontraba, era el asfalto de la autopista, una línea divisoria hacia el otro lado.
Escuchó el estruendo del primer auto que pasó en frente suyo, sentada en el borde de la autopista.
'No estés muy en el borde, quedate en el pasto.' Escuchaba recomendar de la boca de su madre hacía unos años. No, no eran años, había sido la semana pasada, ¿por qué parecía tan lejano?
Se levantó, desganada, para comenzar a cruzar. Pero qué digo cruzar, caminaba tan lentamente que el movimiento era poco perceptible.
Al verse en el segundo carril, se sentó de nuevo allí, de espaldas a los autos que podrían venir. Dispuesta a dejarse llevar.
Escuchaba las ruedas girar a lo lejos y cerró los ojos. La adrenalina comenzó a invadir su sangre y todo dentro suyo comenzó a agitarse.
¡NO!
Gritó en su fuero interno. Pero ya no importaba, porque no había nada por qué luchar, ya lo había perdido todo.
¿Y si podía luchar por algo más? ¿Si no todo estaba perdido?
No tenía importancia, ya estaba condenada. Su cuerpo reposaba en el helado asfalto que comenzó a mezclarse con la temperatura de la sangre caliente que salía lentamente de su cuerpo.
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