sábado, 18 de octubre de 2008

T r a s t o r n o [C I] K n o w M e

&
M
e era tan extraño el nuevo ambiente, y no por los gritos desesperados que se lograban oír desde la recepción, sino porque estaba limpio. Generalmente, a todos los psiquiátricos en los que había trabajado eran de paredes de ladrillo, rugosas y con luces de carnicería. Este no, este tenía paredes blancas y alfombra azul. Las luces eran de tubos... por los pasillos y en las habitaciones de los pacientes había la misma escena. Al no estar casado, no tener familia... una noche en un loquero se me hacía bastante llevadera.

Estaba acostumbrado a trabajar con gente "loca", me resultaba estimulante ya que desde mi punto de vista no necesitaban gran cosa, y analizaba cada trastorno que cada uno de los enfermos tenía.
Ya, ciertos gritos me parecían cotidianos, ciertos movimientos y miradas... que a cualquiera le horrorizarían, ciertas drogas que solamente se usan en frases depresivas.
En esos lugares mis pares se sentían dioses por ser las únicas criaturas cuerdas en un edificio tan gigante, ya que no trabajábamos muchos allí.
Tendría que controlar a los pacientes esa noche, la siguiente no, y la otra sí, noche de por medio.

Cuando llegué a la recepción un hombre alto y delgado de detrás de un escritorio, de edad avanzada, me miró y me lanzó una sonrisa. Estaba vestido de manera formal.
Me pasó la guardia, aparentemente en la habitación 32 habían internado una chica había una semana, "
Una de las típicas que dicen no estar locas" me adivrtió, sabía perfectamente de lo que hablaba. De esas que se lanzan contra las paredes, se golpean y se cortajean con pedazos de metal saliendo de las paredes en un intento de decirte "No estoy loca.", aunque es factor de la desesperación.
No había grandes retos, me pareció bastante común.

Cuando quedó vacío todo, los gritos se hicieron escuchar más que antes, aunque no les di importancia. Caminé por el pasillo de las habitaciónes 20 a 40. Tal y como la había descripto el hombre de la recepción, mediqué y cerré todas las puertas de acero que me habían dicho, al cabo de diez minutos, un poco más... ya había llegado a la habitación 32, donde estaba la no-loca.

Entré a la habitación para descubrirla; estaba acurrucada en la cama, abrazándose las piernas con el pelo marrón claro sobre la cara. Escuchaba, en vez de gritos, algunos sollozos.
Me senté a su lado por el hecho que la tenía que medicar para que durmiera, a las noches padecía de insomnio... y lo comprobé cuando al mirarme sus ojos se abrieron como platos a las 2:30 de la madrugada.
Cuando le di el vacito con los medicamentos los miró unos segundos y murmuró...
- No estoy loca. - No le respondí, sólo miraba la cama, había escuchado esa línea muchas veces ya. - No se lo digo para que intente sacarme, ya me resigné a que alguien lo hiciera. Solamente le pido que no me trate como a una loca.
Sus palabras captaron parte de mi atención y la miré de reojo. No me devolvió la mirada y tragó las pastillas, en unos minutos, más tardar una hora, le harían efecto.
Cuando terminó, tomé el vasito y me levanté de la cama y escuché cómo me pedía por favor que me quedara hasta que se durmiera.
- Por favor, no serán más que unos minutos. - Rogó desde la cama.
- Tengo que medicar a los demás pacientes. - Respondí titubeante, podría quedarme.
- Solamente hasta que me duerma... hasta que entre en ensueño, después puede irse y apagar la luz, pero por favor, no ahora.
No me pude negar, los ojos eran lastimeros, ni siquiera me arrasaba con la mirada, me lo pedía de verdad.
Me senté al lado suyo de nuevo y ella se acostó debajo de las sábanas. Diría que tuve unas complicaciones con el esquizofrénico de la 24 y que por eso tardé un rato más en medicar a los demás.
- ¿No estás loca? - Pregunté, quería medir su nivel de cordura.
- No, no lo estoy. O al menos no lo siento. Toda la... ¿psicosis? es adquirida. No necesito una habitación aislada del mundo, solamente... no estoy loca. Pero nadie podría aceptarlo, porque los golpes no los van a borrar mis palabras. - Dijo mirándome desde la almohada, me parecía bastante razonable.
- ¿Has golpeado a alguien? - No sería cosa rara.
- Sí, o... algo así. Pero creo que los golpes no fueron todo por lo que estoy aquí encerrada. Cuando mi mamá me reclamaba "Estás loca" no creí de ninguna manera que lo dijera de verdad.
La miraba poco, por miedo a cruzar miradas... hacerlo era algo que me dolía de verdad, era como ver reflejada la plena deseperación e irracionalidad en ojos humanos, en ojos que podrían ser de cualquier persona cercana a mí.
- Cuéntame, ¿A quién golpeaste? - Pregunté, contenedor.
- A mi pareja. - Respondió avergonzada.
- ¿Por qué? ¿También te golpeaba?
- De ninguna manera, jamás me golpeó. Es más, siempre era de hablar con las palabras justas. - Parecía tan segura de sus palabras. - Pero... yo no soy así... yo...
Comenzaba a hablar sin un hilo, se estaba durmiendo despierta a causa de las pastillas... Dejó las palabras y se dispuso a dormir, y ni bien sentí su respiración apagué la luz y terminé con las medicaciones.

Tendría razón, no son todas las personas iguales.
Parecía la única palabra coherente de toda la noche, la única. Y me quedaban largas horas de silencio... bah, el silencio propio de ese loquero.

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